lunes, julio 19, 2010

TODOS A COMERRRRRRRRRRRRRRR!!!!



“Son la 9 de la mañana de un domingo radiante. Brisa suave, para culminar este fin de semana con un delicioso asadito familiar”, propone un animador desde el radio despertador de la pieza más grande de la casa.
Las persianas se levantan. El sol, impertinente, interrumpe el placido descanso de alguno de los futuros comensales.
Zambas, pasos dobles, chacareras y malambos, son la musicalización dominical perfecta de muchas casas argentinas.
“ ¡Todos arriba!”, se siente el retumbar de una potente voz masculina, que parece no tener ánimos de volver a decirlo. ¡ Es domingooooooooooooo!, se dispara  como respuesta al unísono de los más jóvenes de la casa. Minutos después con caras largas, cabellos revueltos y sin opción alguna, se los ve entrar en la cocina arrastrando las pantuflas.
Cae el carbón sobre el asador y comienza la “hazaña dominguera”.

Las mujeres preparan la variedad de ensaladas. Ya el panadero se deshace de las últimas varillas y los restos de criollos, mientras los vecinos se pelean por ser uno de los beneficiados.
La abuela - algo sorda ya- llega dos horas antes de lo previsto.
El calor de las brazas indica que la carne debe ser puesta sobre la parrilla, cuando el “tic tac” del reloj comienza la cuanta regresiva.
Las tías comentan las últimas novedades de las telenovelas y se divierten hablando de las vidas de otros. Mientras tanto los hombres pasan horas compartiendo la variedad de técnicas para asar y aventurándose en los resultados del fútbol.

La mesa esta puesta. El vino en su lugar.
Los hombres por un lado, las mujer por otro y algunos jóvenes les toca, otra vez, sentarse en la mesa de los niños.
“¡Un aplauso para el asador!”, grito típico que señala el permiso para comenzar a “devorar”.
Discusiones de política, religión y de la juventud de hoy son los “tópicos” más comunes en el tablón familiar.
Llega la ensalada de fruta y la sobremesa infaltable. Algunos con guitarra en mano se aventuran a ponerle alegría a la pronta despedida.

En el patio, el panorama es desolador: la parrilla vacía y las brazas van perdiendo el color que hace menos de dos horas, regalaban.
Sin poder retenerlo se acabó el domingo, pero por suerte ya falta menos para el próximo asado.

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